Lucera, la ovejita, “bee, beeeee….”, pastaba alegremente por la Pradera Encendida, llamada así por su color verde brillante que deslumbraba al mirarlo. Allí vivía feliz acompañada por los suaves y alegres trinos de su amiga Pajarita Lita.
Entonces fue llamada a la presencia de la Bruja Verdiverrugosa, que allí vivía en una casa verdicochambrosa en las lindes de la pradera:
"Lucera, Luceraaaaa, ven aquí ahora mismo, tengo que ordeñarte. Necesito leche para hacer un queso, tengo visita!"
Iba a hacer un quesuco de Cabrales, de color verdimohoso, que era su preferido.
Y es que nuestra bruja estaba esperando a sus sobrinas Pirujilla y Chonita. Iban a pasar allí el verano y quería enseñarles alguna pócima con fines importantes, y no tonterías tales como brebajes para enamorar, o potingues para estar más feas.
Apenas llegaron, las encomendó la tarea de ir a casa de la Pequeña Maya a por un tarro de miel, y a casa de Fresina, que cultivaba las fresas más rojas, más dulces y más grandes que os podáis imaginar.
Por el camino se encontraron con las Hadas Campanilla y Campanilla, las hijas de Wendy, dos gemelas pecosillas juguetonas vecinas de su tía.
Así que se pusieron a corretear y jugar y se olvidaron de la tarea que tenían encomendada.
“Llamemos a la Duendecilla Elsilla”, dijo Campanilla 1, "es una chica divertidísima, se sabe un
montón de juegos y cuenta los chistes más verdichistosos que jamás hayáis escuchado…."
Y así pasaron largo tiempo.
El suficiente para que el sol se ocultara y cayeran unas pequeñas gotitas, Gotitas de Ilusión, acompañadas de Colorita, que en un abrir y cerrar de alas pintó un maravilloso arco iris sobre sus cabezas.
“Tardan mucho estas criaturas, iré a buscarlas”, se dijo la Bruja Verdiverrugosa, “estas jovencitas tienen la cabeza en las verdinubes”.
Salió en su busca, pasando por la verdiescuela del lugar. Donde las Hadas Esmeralda y Onix daban clases de cómo hacer collares y otras joyas con avalorios a sus alumnas: la Princesa Silvestre, la Princesa Rosa , la Princesa Margarita y….., uy…..falta la Princesa Guerrera, ¿dónde estará? ¡Siempre haciendo novillos…! Sí, efectivamente, ella estaba en lo alto de la verdimontaña, perfeccionando su último modelo de ballesta.
Cuando la bruja llegó donde estaban las niñas, las agarró de las orejas: “ vamos, verdirremolonas…”, ahora os comeréis el queso sin fresas y sin miel, y así aprenderéis para otra vez.
Llegaron a casa y cenaron.
Hasta que el Hada de la Noche extendió su manto, y Estrellita Feliz, lo decoró.
Las niñas pronto se acostaron y se quedaron dormidas soñando con verdipríncipes, que montados en sus verdisapos vendrían a colmarlas de verdibesos.
Mientras, la Bruja Verdiverrugosa compartía tertulia y verdibrebaje “espiritoso”, con su gran enemiamiga el Hada Acaramelada que todas las noches la visitaba, y discutían largamente de por qué era mejor hacer el bien o por qué era mejor hacer el mal. Así pasaban horas y horas y nunca se sabía quién ganaba, pues las dos eran muy testarudas y machaconas.
Amaneció en la Pradera Encendida, Lucera pastaba, Lita cantaba. Y Chonita y Pirujilla se despertaban totalmente emocionadas: les había salido un nueva verruga a cada una, a cual más verdiasquerosa y verdihorrorosa.
Por eso, la Ratita de sus Sueños les había dejado un regalo debajo de la almohada.
¿Qué, qué era?
Judith y Samanta, tenéis mucha curiosidad?
Pues quizá otro día os cuente el final.
Y si no tenéis espera…., que os lo diga una compañera…….
[Cuentacuentos ideado por el Hada Mermelada en el Taller de Cuentacuentos. Las protagonistas son nuestras futuras educadoras infantiles]